martes, 29 de marzo de 2011

Rodolfo Seguel. Sobre las damas de blanco en Cuba





La recepción de cada libro, texto, voz está siempre condicionada por la cultura de cada país. En la Argentina una voz como la de Seguel suena a inaudible o inverosímil. Resulta difícil inventarle un prontuario negando su trayectoria y lucha contra Pinochet. No es contradictorio que haga una lectura puntual de la situación de los trabajadores en Cuba que barre décadas de charlatanerías y obsecuencias ante un dictadura que califica de asesina y criminal.





No siempre fue así. En los primeros tiempos de la revolución en los desfiles Fidel Castro prometía "constitucionalismo", "pan con libertad", "pan sin terror", "ni dictaduras de derecha o de izquierdas", "ni capitalismo ni socialismo, humanismo revolucionario" y hasta elecciones. Eran palabras juramentadas por los revolucionarios de Sierra Maestra: el comunismo no estaba en el programa. Tenía una historia antipopular. Ninguno de los que llegaron de Sierra Maestra se proponía volverse enemigo y delator de sus propios compañeros. Es ridículo decir que el "pan sin terror" no pudo realizarse por el embargo comercial, es decir, la interdicción por parte de Estados Unidos luego de las expropiaciones de prohibir que sus ciudadanos inviertan en Cuba: una de las banderas la revolución fue terminar con ellas, acusadas de neocolonialismo. Además, hace tiempo que los productos entran a través de Canadá.





Al referirse a unas de las primeras crisis de racionamiento- de café, arroz, azúcar, carne, frijoles, leche, viandas, etc- Carlos Franqui recordaba que el Che advertía: "no se puede acusar al imperialismo de la baja de la producción nacional. Al imperialismo lo suyo. A nosotros el resto".





Franqui argumenta: "Fidel había entregado el poder a los comunistas, que según él eran los únicos que sabían de socialismo: Escalante y los otros. Estos eran los resultados. Intervinieron todo. Moscovizaron todo. Tabla rasa. Le echaban discursos a la máquina; si no funcionaba por falta de combustible o racionamiento, la acusaban de contrarevolucionaria. Y si algún técnico decía que la Internacional no sirve para los motores, fuera. Un enemigo. El fracaso productivo se explicaba como sabotaje."





Los latifundistas y ganaderos abandonaron los cultivos, las tierras fueron expropiadas y nacionalizadas. Escalante nombró interventores que eran gente de ciudad que desconocía el campo y el descalabro fue general: las redes de distribución fueron aniquiladas, lo que se producía se pudría y no llegaba a los mercados. Todo culminó en un gran latifundio con un solo patrón, Fidel Castro, que destruyó la mejor industria azucarera del mundo pero también signo del monocultivo, el latifundio y la opresión- el Che se la agarró directamente con la caña, la devastó mediante incendios- que Franqui proponía ir sustituyendo de a poco por otras industrias mediante la autogesión.





En 1969, Alfred Hitchcock filmó Topaz, un complejo film de espionaje y de suspenso en el cual el funcionario francés, enviado para informarse de la entrada de misiles soviéticos a la isla, se hace amante de la contrarevolucionaria Juanita cuyos compañeros sacan fotos de los barcos rusos descargando misiles pero son detenidos por la Dirección General de Inteligencia- aunque logran esconder la cámara en la viga de un puente- donde son brutalmente torturados:Hitchcock los presenta desfigurados, con imágenes que evocan la piedad de Miguel Angel. La película describe anticipadamente el futuro de un régimen que una vez que elimina a sus opositores pasa, a través de los parapoliciales denominados Comités de Defensa de la Revolución- modelo que Chávez ha tomado para sus milicias populares- a detener a cualquiera que le resulte sospechoso, armando incluso las escenas con el estilo soviético de las "cuotas", o sea purgas periódicas para aterrorizar e intimidar a la población.





Alfred Hitchcock era un autor de culto para el público de izquierda de entonces. La película en su trama y en su perspectiva es notable y excepcional desde el punto de vista histórico. Pero tuvo escasa repercusión: todo el mundo, incluyendo los norteamericanos, estaba embobado con los barbudos y aunque sobraban evidencias- el marxista Karol por hacer críticas sensatas a la economía fue declarado agente de la Cia- nadie quería saber nada que contradiga el "cine de la revolución"(Savino).





La función continuó por décadas. Sigue. Los espectadores están atornillados a sus butacas. Hace tiempo que no miran. Sólo calculan los réditos que todavía pueden sacar del negocio de los pueblos oprimidos que practicaron por décadas: algún viajecito, una beca, etc. La servidumbre voluntaria y el código de silencio es practicada a rajatabla por nuestro nacionavanguardismo que desde 2003 milita en el no pensamiento, el populismo, la apoteosis de la mercancía espectáculo que hoy gira en sus prácticas hacia el fascismo.





La libertad es más importante que el azúcar decía Martí: un país pobre no tiene por qué convertirse en un Gulag. Acotaba Martí: en política lo más importante es lo que no se ve. Castro nunca dio muestras de tomar siquiera en cuenta aquellas consignas. Concentró en sí todo el poder de decisión. Fue decisiva la rusificación de una revolución que fue olvidando los compromisos de Sierra Maestra para terminar secuestrada por los comunistas que no habían participado en ella, eran aliados de Batista y la condenaban como aventurerismo con Rául Castro a la cabeza. Castro fue humillando a los mejores hombres como Manuel Urrutia, encarcelando a Huber Matos, asesinando a Camilo Cienfuegos- algo que el régimen todavía niega- y rechazando cada propuesta cultural de Carlos Franqui, director del diario Revolución que hizo venir a Sartre y a otros intelectuales y artistas a la Isla.





Franqui se exilió cuando Castro justificó la entrada de los tanques en Checoslovaquia en la primavera de Praga. Castro se convirtió en estanilista en el pensamiento y en el arte, encarcelando a los escritores cubanos que no lograron exilarse y convirtiendo al Estado en una máquina de matar, empujar a algunos a autoinmolarse como Arnaldo Ochoa o a suicidarse como Haydée Santamarina y Osvaldo Dorticós entre otros.





El Buró, lugar de torturas de Batista, cambió de color y fue creciendo hasta convertirse en Seguridad del Estado, donde se concentra el poder sobre la vida y la muerte de los ciudadanos convertidos en sonámbulos de un sistema esclavista. Seguel demuestra que quien estuvo realmente contra una dictadura sangrienta de derecha tanto más no se hará cómplice de la dictadura castrista que las supera en tiempo y víctimas.





Seguel describe a Osvaldo Payá con lágrimas en los ojos cuando ve que el Congreso argentino aplaude a rabiar a Fidel Castro- invitado a la asunción de Kirchner en 2003-, que ha dado suficientes muestras de haberse convertido en un psicópata criminal. Es la misma dirigencia argentina, en su mayor parte delictiva, que aplaudió el default después de fugar los préstamos del FMI a sus cuentas del exterior a lo largo de los noventa y tranfigurándose luego en antimperialista. Esos dos aplausos- a sí mismos por haber llevado el país a la bancarrota, al máximo criminal del continente- muestran una dirigencia que no asume ninguna responsabilidad y a la cultura de un país que insiste en vivir en el mito reforzando núcleos reactivos que lo encaminan hacia una destrucción en la que no pocos quieren participar. No será en mi nombre.





Que se haya dado a Chávez en la Universidad de la Plata un premio a la libertad de expresión muestra un poder que se regodea con su impunidad y apuesta a tratar a los ciudadanos como idiotas. Esta vez la gran ovación a pedido de Chávez se la llevó Kadafi, que tal vez lamentó que sus milicias infantiles no hayan madurado para defender al gran revolucionario libio. Al ella se sumaron el embajador de Irán, Luis D´Elia, amigo de los hitlero islamitas y Estela de Carlotto, que ni se moscó ante el informe que atribuye a Kadafi 300.000 mil desaparecidos. Algo habrán hecho, seguro, por todos lados hay gorilas.





Tampoco podría digerir la versión de Cuba que muestra Seguel. Por críticas mucho menores le dijo a la médica Hilda Molina- patoteada por barrabravas K en la Feria del libro-que se llame a silencio respecto a criticar la sagrada Revolución. La noble lucha por los derechos humanos se vuelve tuerta desde el momento que las víctimas no sirven a la mercancía espectáculo.





A la distancia, Cristina aportó lo suyo a esta Armada Brancaleone: después de tratar de atenuar la acusación de genocidio en la ONU cuando el "compañero"Kadafi- así lo llamó en su encuentro- bombardeaba a su pueblo repudió la intervención de los malvados imperialistas para detenerlo. Por muchas crítica que merezcan, asombra que la indignación brote cuando cae un dictador feroz al que sólo falta que se llore. Luis Thonis.

Entrevista de Gabriel Salvia







El líder sindical chileno Rodolfo Seguel tuvo un gran protagonismo enfrentando a la dictadura de Pinochet. Fue preso político y exiliado. Encabezó en Chile la gran huelga del sindicato del cobre que marcó un punto de inflexión en la dictadura de Pinochet. En Argentina marchó junto a las Madres de Plaza de Mayo y a mediado de los ochenta estuvo en un debate televisivo junto a Lula y Ubaldini. También intercedió por Lech Walesa y le impidieron ingresar a Polonia. Fidel Castro lo propuso en 1983 al Premio Nobel de la Paz pero, a diferencia de otros activistas de derechos humanos, Seguel es un duro crítico de la dictadura cubana. En el retorno a la democracia en Chile fue diputado por la Democracia Cristiana y actualmente asesora al Ministerio de Trabajo de su país. Recientemente estuvo en Cuba, justo en la semana del 1º de mayo, donde mantuvo reuniones con los disidentes.








Gabriel Salvia: ¿Cuál fue su tarea en la lucha por la democracia en Chile?








Rodolfo Seguel : Fui presidente de los Trabajadores del Cobre en Chile y después creé y formé el Movimiento Sindical Chileno completo y fui su presidente y quien inició las protestas nacionales en contra de la dictadura de Pinochet y en varias oportunidades estuve en la Argentina. Recuerdo, nunca me voy a olvidar, una vez que estuve en un debate televisivo junto a Saúl Ubaldini, presidente de la central sindical, y con Lula, actual presidente de Brasil. Estuvimos por el año 85 en un debate de televisión donde los otros países vivían en democracia y yo en un país que implementaba una dictadura. Estuve muchas veces preso en Chile, luego estuve fuera del país por un par de años en Australia, volví a Chile, fui diputado durante seis años y en la actualidad estoy siendo asesor y conferencista. Salgo a hacer conferencias a lo largo del país y a veces fuera de Chile, pero fundamentalmente en Chile soy asesor del Ministerio de Trabajo.








G. S.: ¿Qué sintió al estar un primero de mayo en La Habana bajo un gobierno que precisamente no es muy respetuoso de los derechos labores y la libertad sindical?








R. S.: Estar en La Habana un primero de mayo es algo sorprendente. Nosotros en Chile y me imagino que en la Argentina también y en todos los países democráticos del mundo, están acostumbrados a los desfiles de las Fuerzas Armadas, pero yo vi un desfile militar prácticamente: faltaban las armas nada más. Trabajadores, estudiantes, jóvenes secundarios que marchaban en bloques militares, frente al estrado donde estaba Raúl Castro y toda la plana mayor de la dictadura cubana y fue realmente impresionante. Nunca me había imaginado que esto era de la forma en la cual yo la vi. Y digo la vi porque yo no participé del acto de forma oficial sino que me metí en medio de toda la gente con mi cámara fotográfica y tratando de pasar todos los bloques que tenían que desfilar. Esto comenzó a las ocho de la mañana y terminó pasada las diez, pero la gente esperó durante las once de la noche del día anterior. Cerca de doce horas estuvo la gente parada en las distintas calles con su grupo que lo acompañaba en el bloque para poder pasar después de las ocho de la mañana. Fue realmente impresionante. Yo tenía entendido que las luchas sindicales que nacen a raíz de una huelga en Estados Unidos, no precisamente en Cuba ni en los países del Este, sino que fue en Estados Unidos, por las ocho horas legales de trabajo, acá se celebran como una imposición prácticamente marcial a desfilar frente a los dictadores de turno.








G. S.: ¿En la Argentina participó durante la dictadura militar en una marcha junto a las Madres de Plaza de Mayo?




R. S.: Si, tengo un recuerdo hermoso en la década del ochenta. Estuve en Buenos Aires, tendría unos veintinueve o treinta años, y una de las cosas que yo mas quería era acompañar a las Madres de la Plaza de Mayo a desfilar frente al Palacio de gobierno y fue realmente hermoso: hice una, dos, tres vueltas ya no sé cuántas alrededor de la Plaza y tengo todavía una escarapela que me regaló la presidenta de las Madres de la Plaza de Mayo con la foto de la gente detenida o familiares desaparecidos: fue una marcha impresionante que la he tenido que volver a repetir en estos días.








G. S.: ¿En este viaje a Cuba repitió ese gesto solidario, en este caso con las Damas de Blanco? R. S.: Es que yo creo que quienes somos libres y quienes amamos la libertad esta no tiene colores políticos. La libertad es libertad como la cantan los grandes cantores como Mercedes Sosa. La libertad es nuestra y uno la tiene en la mente, la tiene en el cuerpo y en el alma y tiene que luchar para que el cuerpo también sea libre en el país donde uno vive y es por eso que en mi viaje a Cuba acompañé a las Damas de Blanco a la misa que tuvo lugar el día domingo y marchamos, salimos de la iglesia y ellas rezaron un padre nuestro y pidieron antes de salir de la iglesia que no les fuese a ocurrir nada, que sus familiares presos estén bien y que la marcha fuese tranquila. Realmente impactante, pero tan impactante que cuando marché con las Madres de la Plaza de Mayo y como las millones de veces que marché en Chile por la libertad de mi país y acá lo hice con ellas durante una media hora, un grupo de Damas de Blanco, completamente vestidas de blanco que son las esposas y familiares de los presos políticos que están bajo la dictadura de Cuba y es una marcha muy emotiva y muy valiente con mucha adrenalina. Porque estar en Cuba marchando no es lo mismo que haber marchado con las Madres de la Plaza de Mayo, que haber marchado en Chile bajo la dictadura. Todas las dictaduras de izquierda o derecha son dictaduras, pero una dictadura que lleva cuarenta y ocho años en el poder obviamente que ya tiene varias generaciones aniquiladas y que los tiene adormecido. Entonces la valentía de esas mujeres realmente me sorprendió y me hizo recordar todo lo que viví años pasados y uno quiere que estos pueblos, nuestros hermanos, puedan tener la libertad, la justicia y la democracia que ustedes y nosotros hemos ganado.








G. S.: ¿Cómo recibieron su visita “Las Damas de Blanco”?




R. S.: La experiencia es tan impactante porque la gente, los cubanos o los extranjeros en Cuba que pasan con los autos, las miran y siguen; uno que otro bocinazo saludándolas, pero muy poco. Y tan profundo los sentimientos que uno recoge en el momento que está con ellas ahí. Yo conversé con la actual secretaria del Movimiento Sindical Cubano Disidente, porque el presidente está preso, le dieron una condena de veinticinco años de cárcel, estaba la esposa de él dentro de las Damas de Blanco marchando y me recordó a mi esposa cuando yo estaba preso y se tomaba la iglesia, se tomaba la OIT , las esposas de los trabajadores hacían marchas y huelgas de hambre. Me recordó exactamente lo mismo y al conversar con ellas uno le entrega el saludo solidario, el abrazo fraterno, el cariño. La verdad que son tantas las emociones que se viven y ellas también las viven, y sienten el cariño que uno le entrega, porque muy poca gente se atreve a hacer lo que hice yo, de participar en el interior de la iglesia en la misa de las once y después salir a la calle con ellas en Cuba siendo extranjero. Eso yo creo que muy pocos extranjeros lo habrán hecho en Cuba. Tengo mis fotos, mis recuerdos en mi mente y obviamente mi consejo hacia ellas y mi saludo fue el saludo de los pueblos democráticos, de los luchadores sociales que hemos vivido bajo la dictadura y sabemos lo que son las dictaduras y sabemos también lo difícil que es terminar con ellas. Era entregarles ese cariño.








G. S.: ¿También estuvo con Oswaldo Payá Sardiñas, el líder demócrata cristiano que impulsó el Proyecto Varela y tiene prácticamente a todos sus correligionarios presos?




R. S: Conversé en su casa con Oswaldo Payá. Tenía que conversar y entrevistar a mucha gente, pero a varios de ellos les cortaban el teléfono y no tenía forma de ubicarlos y era realmente difícil. Pero bueno, uno tiene que hacer todo lo que esté al alcance en estos países que viven bajo este tipo de dictadura. Lo de Oswaldo Payá es algo tan fuerte como lo de las madres y las Damas de blanco, pero hay una gran diferencia. Yo llamé un día antes y hablé con su esposa y me dijo que si quería verlo él estaba acá, de una manera muy cortante, muy seca y yo entendía perfectamente las razones de porqué era así. Al día siguiente tomé un taxi y partí, llegué a un barrio, que son todos barrios muy parecidos, bastantes pobres pero dignos, me bajo del auto y lo primero que hace se me acerca un fulano y me dice: “¿viene a la casa de Oswaldo Payá?” Sí, le digo, y me contesta: “ah, esta casa de acá”. Golpee la puerta, sale un niño de unos 15 o 16 años que es el hijo menor y me dice: “mi padre no está y mi madre tampoco, pero si quiere lo espera”, y me hizo pasar adentro de su casa. Esperé diez, quince minutos, y llega Oswaldo y me saluda muy cortante. No sabía quién era yo. Luego llega la señora y también me saluda de la misma forma. Me identifiqué quién era y fuimos tomando confianza, fuimos haciendo amistad y una conversación que tenía que durar cinco minutos duró tres horas. Luego la esposa se levantó de la mesa, fue a la cocina a preparar el almuerzo porque quería que yo pasara toda la tarde con él, contándole de Chile, contándole de cómo hicimos nosotros la lucha en contra de la dictadura y a mi interesaba darle el respaldo, el saludo solidario. Le conté del seminario que participamos en la Argentina hace algún tiempo sobre la libertad y los derechos de los cubanos en Cuba, le hablé de las gestiones que se están haciendo, de las distintas organizaciones a nivel sudamericano y obviamente sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría. Realmente era ver a un hombre que estaba con una desesperación de querer escuchar cosas en favor de su movimiento. Ellos tiene a través del Proyecto Varela, que presentaron todos los líderes a través de Cuba, muchos presos a lo largo del país y al único que dejaron en libertad es a Oswaldo; y él tiene un año más que yo, cincuenta y cuatro. Está realmente con fuerza, con ánimo, sabe que el único que está en libertad es él y su esposa y sus niños, y que en cualquier momento lo van a llevar preso o lo van a hacer desaparecer. Frente a su casa hay cámaras de televisión, hay manifiestos y hay dibujos que dicen “socialismo o muerte”, “patria o muerte”. Es muy dramático ver la forma en que está viviendo y él hace toda la actividad política en la clandestinidad, porque esa es una clandestinidad realmente, es impresionante. Hay que ser muy valiente para hacer lo que está haciendo Oswaldo Paya y su gente en Cuba, porque él tiene una crítica muy fuerte sobre los cubanos que viven en Miami por la forma de hacer la oposición y por la forma de tratarlos a los que están en el interior de Cuba. La lucha la están dando desde adentro, los que están afuera hacen prácticamente una oposición radial, televisiva. Entonces ellos están sufriendo una enormidad. En Cuba sí por Dios que se sufre.








G. S.: ¿Cómo está la situación de los derechos laborales en Cuba?




R. S.: Primero, no existe ningún respeto de los derechos de los trabajadores en Cuba. El horario normal de trabajo son doce horas ampliable sin consulta al trabajador a dieciocho horas diarias y el sueldo es exactamente el mismo. No se pagan horas extraordinarias, no se pagan bonos de colación ni de locomoción, no se paga absolutamente nada. Nadie tiene derecho a ningún tipo de reclamo, no existe la posibilidad de que el sindicato te defienda ante ninguna eventualidad o algún contratiempo que tengas tú en el empleo: si no te gusta te vas y hay muchos más esperando el mismo puesto de trabajo. Segundo, las empresas internacionales no hacen acuerdos con los trabajadores sino que hacen acuerdos con el Estado. Si el Estado les paga por cada trabajador veinticinco dólares mensuales el Estado al trabajador le paga diez dólares mensuales y lo otro queda para el Estado. Ningún cubano puede hacer una empresa en Cuba salvo los extranjeros que tengan una residencia en Cuba, pero como extranjeros forman sus empresas pero hacen los contratos con el Estado. Un taxi que te mueve dos kilómetros te cobra cinco dólares o cinco euros de los cuales todo eso va para el Estado, que le paga al empresario extranjero y le paga al trabajador con el 0.020% de cada euro que conquista. Entonces hay una falta de respeto a los derechos de los trabajadores que es realmente inhumana, es absurda, arcaica, dictatorial, asesina y criminal.








G. S.: ¿Cómo se siente la disidencia cubana frente la ausencia de solidaridad por parte de América Latina?




R. S. : Con mi experiencia de haber vivido la dictadura en Chile y de ver todo lo que le ha tocado vivir a los países sudamericanos llegué con una amarga y triste impresión y esto lo conversé con Oswaldo también largamente: muchos europeos van a pasear, la pasan bien, Cuba se ha transformado en una suerte de playa de descanso y paseo y para algunos de sexo, sin saber del sufrimiento del pueblo cubano. Un euro para los cubanos es igual que un euro para los extranjeros; uno paga en una comida diez, quince, veinte euros y la gente en Cuba gana diez euros al mes y con eso viven. Entonces es distinto ir de viaje de paseo, visitar a un hombre como Oswaldo Payá y visitar a las Damas de blanco y después venirse, volver a sus países como los europeos. Lo difícil es ser constante en la solidaridad y eso es lo que él me decía: “nos vienen a ver y conversamos, pero yo no tengo cartas de apoyo a nuestro movimiento de democracia en Cuba de los sindicatos, no tengo de los trabajadores de América Latina, no tengo de los partidos políticos de América Latina”. Me decía que en Argentina se han hecho tantas cosas, hay grupos que saben que los están ayudando, pero va Fidel Castro y es aplaudido de pie en el Congreso argentino: “Entonces dime cómo Rodolfo le vamos a pedir apoyo al parlamento argentino, en este caso, si cuando llega el dictador lo aplauden de pie”. Es un dolor tan grande, la impotencia, porque ven que todas las luchas que ellos dan no tienen repercusiones internacionales de ninguna especie. Obviamente yo me comprometí en mi partido político, la Democracia Cristiana en Chile, y nosotros ya tenemos un acuerdo tomado y vamos a presentar un proyecto en el cual le entregamos el pleno respaldo y solidaridad con el pueblo cubano y por el retorno a la democracia y por la lucha que da Oswaldo Payá y su movimiento.








G. S.: ¿Va a seguir involucrado en el apoyo a los demócratas cubanos?




R. S.: Yo ya tomé un compromiso con él (Oswaldo Payá) y no lo voy a dejar de lado. Ya le informé a Exequiel Silva, que es el encargado internacional de mi partido, le di cuenta completa de todo lo que fue mi viaje, para sacar un acuerdo político de la Democracia Cristiana y un respaldo unánime al pueblo cubano y a su lucha por la libertad y la democracia y la posibilidad de conseguir que haya una visita permanente a Cuba de gente para ir y darle el apoyo y conseguir aquí en Chile a través de los centros de estudiantes universitarios para que ellos manden cartas de adhesión al pueblo cubano por su lucha por la democracia y también a través de los frentes de trabajadores para respaldar el movimiento cubano.








G. S.: ¿Qué mensaje le enviaría a los demócratas de América Latina luego de esta experiencia que tuvo?




R. S. : Especialmente a los países que vivimos en democracia, obviamente no podemos olvidar que nosotros también en algún momento vivimos bajo el yugo de las dictaduras, sean estas de derecha o de izquierda son dictaduras criminales, asesinas y sanguinarias. Nuestra obligación moral, de seres humanos y de cristianos es ayudar a todos los pueblos hermanos que estén viviendo estas situaciones y hoy en día quien la sufre es Cuba y tenemos que fijar nuestra mirada en Cuba, nuestro apoyo y nuestra solidaridad, así como yo lo dije en un seminario en Argentina que un garzón en un restaurante gana el doble que un médico, ahora te puedo decir con toda tranquilidad gana veinte veces más que un doctor con las propinas que recibe una persona que está en un bar y un doctor te gana diez dólares. Entonces no es posible que los que somos demócratas y libres en el mundo y en América Latina estemos mirando a través de la televisión qué pasa en el mundo, cómo desfilan en Cuba en el primero de mayo y no nos preocupamos de cómo vive el pueblo cubano durante trescientos sesenta y cinco días del año y durante cuarenta y ocho años seguidos bajo el yugo de la dictadura de Fidel Castro.








Por apertura latinoamericana.7/2/2007

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